BUENOS AIRES.- Y llegó nomás lo que se preveía por la continuidad de las políticas erráticas que siempre terminan cortando el hilo por lo más delgado. No hay forma de negar el homicidio de las fuentes de trabajo, paradojalmente en medio de un esquema globalizado donde cada vez más la interdependencia de actividades y de países es una irrefutable realidad.
Brasil, el otrora principal socio de la Argentina que fue tractor de la economía local, ha elegido otras latitudes y se regodea con los Brics, mientras el chauvinismo vernáculo sigue “disfrutando” que los vecinos quedaron, en el Mundial de Brasil debajo de los millonarios jugadores que vistieron la camiseta celeste y blanca, y que ahora regresaron a sus palacios y a salarios europeos.
El sector automotriz fue el que dio el puntapié inicial y las autoridades no han podido resolver la crisis, pese a los anuncios que tienen mucho más de fantasía que de realidad. Los despidos en algunas autopartistas ya han superado el centenar, y sumados pueden mostrar una cifra escalofriante. Desde el año pasado hasta el presente las cesantías y las suspensiones se han multiplicado en varios millares por ciento. Esto significa que 12 o 24 meses atrás la industria funcionaba y que ahora se está derrumbando. Lo mismo ocurre en la construcción, donde la caída es alarmante. Si se pone el freno en estos dos rubros, alcanza y sobra para prender luces amarillas y anaranjadas para el futuro, habida cuenta del efecto multiplicador de ambas actividades. Y las consecuencias aparecen, por otro lado, repentina pero también previsiblemente: dos empresas líderes en productos alimenticios advirtieron sobre una caída en el consumo.
A todo esto, las reacciones de las organizaciones que representan a los trabajadores no se hicieron esperar, y han denotado alguna sorpresa. Suena lógico que los opositores (Hugo Moyano, Luis Barrionuevo y Pablo Micheli) siempre estén con los tapones de punta frente al Gobierno, pero antes del retiro K del poder el ortodoxo Antonio Caló y el supuestamente centro-izquierdista Hugo Yasky han tomado los recaudos para no quedar pegados a un eventual fracaso.
Caló salió a levantar la voz y pidió una reunión con el Gobierno. Inicialmente generó impacto, pero sólo un día después el Jefe de Gabinete anunció que estaba lista la audiencia. Siempre lo mismo: la cuestión supuestamente arreglada de antemano. Típica válvula de escape: protesto y me hacen una presunta concesión. ¿Qué saldrá de la reunión con el Gobierno? No se espera nada trascendente que cambie la situación actual.
¿Y si CFK anuncia un aumento del mínimo no imponible del cual deducir el Impuesto a las Ganancias? Fuego de artificio. El tributo maldito ya se comió el aumento salarial de las últimas paritarias y consiguió la recaudación suficiente para engordar las arcas fiscales. Arcas de las cuales sale, por ejemplo, el sueldo de la nuera de la Presidenta, ahora con un cargo fundamental en materia política y económica, aunque esté radicado en la lejana Santa Cruz.
Y así, en medio de este aquelarre ya conocido, pues es un calco de otros fines de ciclo de administraciones anteriores, los sindicalistas buscan su salida. Moyano, Barrionuevo y Micheli ya están en la otra vereda, pero Caló y Yasky deben hacer malabares para despegarse.
Claro que, entre estos dos últimos, el metalúrgico peronista ortodoxo tiene una escuela con varias lecciones para desandar. No obstante, el huevo de la serpiente está en su propio interior y hay un puñado de dirigentes que sigue teniendo beneficios oficiales y lo están rodeando para que no caiga en la tentación de entregarse a los brazos de Moyano.
En cuanto al dirigente de los maestros y de la CTA “K”, en realidad no preocupa a quienes manejan los hilos del poder gremial, ya que su limitada fortaleza está sustentada por los docentes, que también tienen su diáspora.
En definitiva, el mundo del trabajo es el primero que sufre las consecuencias de las políticas equivocadas. Y el mismo poder es el que vuelve a ignorar tremenda realidad, y trata de mostrar que nada pasa. O sea, el mismo espejismo.